Crítica: Las Crónicas de Narnia. La Travesía del Viajero del Alba

Publicado: diciembre 9, 2010 en Biblioteca, Cine, Críticas
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T.Original/Año: «The Chronicles of Narnia. The Voyage of the Dawn Treader» (2010)
Dir.: Michael Apted
Int.: Georgie Henley, Skandar Keynes, Ben Barnes, Will Poulter, Bruce Spence, Tilda Swinton, Anna Popplewell, William Moseley, Liam Neeson, Simon Pegg

Tras el relativo fracaso comercial de «El Príncipe Caspian» (419 millones de dólares frente a los 745 de la primera entrega), Disney se lo pensó muy mucho y terminó abandonando la franquicia de las novelas de C.S. Lewis; fue Fox la que terminó saliendo al rescate, y la verdad es que la saga ha salido beneficiada con el cambio.

Para empezar, Fox aplicó una drástica reducción de presupuesto, que convirtió a «La Travesía del Viajero del Alba» en la más barata de las películas de la franquicia (140 millones, por 180 de la primera y 225 de la segunda), lo que ha supuesto menos alarde técnico y visual. Ello, no obstante, no resta emoción (ni emotividad) a una adaptación casi literal de la que está considerada la mejor de las novelas de la saga.

Andrew Adamson ha cedido esta vez el testigo a un veterano como Michael Apted («Gorilas en la niebla», «El mañana nunca muere»), quien ejerce su labor de artesano con mano experta; si bien «La Travesía del Viajero del Alba» carece de las espectaculares batallas filmadas por Adamson en los dos films anteriores, no por ello tiene menos acción, ni menos interés. Se echa de menos, eso sí, un villano concreto (algo que la trama original no permite), motivo por el que quizás los publicistas han querido vender un supuesto regreso de la Bruja Blanca interpretada por Tilda Swinton que, como en la segunda parte, no pasa de cameo. También maneja con elegancia las inevitables referencias religiosas, siendo solamente palpables en el momento, al final de la cinta, en el que Aslan menciona que, en el mundo de los hermanos Pevensie, es conocido con «otro nombre».

Pero si hay algo que brilla especialmente en la película es la magnífica fotografía del italiano Dante Spinotti, director de fotografía habitual de Michael Mann y responsable en ese sentido de, por ejemplo, «El Último Mohicano» o, ya sin Mann, de «L.A. Confidential». Se trata de una fotografía espectacular, de colores muy marcados y que a la vez se esfuerza por ser realista, alejándose conscientemente del estilo de sus predecesoras. El resto de los aspectos técnicos, aunque excelentes en su conjunto, palidecen al lado de la belleza con la que Spinotti fotografía los paisajes australianos, convertidos para la ocasión en Narnia.

En el apartado actoral destaca Georgie Henley, quien desde el principio se hizo con el timón de la franquicia y, aunque bastante crecida, sigue siendo el miembro más destacado del reparto humano (habrá que ver cómo sentará su ausencia a la próxima entrega); su hermano de ficción, Skandar Keynes, mantiene el tono general de la franquicia, mientras que Ben Barnes mejora notablemente desde la segunda entrega, consiguiendo que su Caspian esté, esta vez sí, a la altura de las circunstancias. Incluso consigue dejar de ser un soso, lo que, vistas sus interpretaciones previas, es para darle una medalla.

Pero (porque siempre tiene que haber un pero) el reparto contiene también a un muchacho que responde al nombre de Will Poulter y que, sencillamente, es la cosa más irritante con la que me he encontrado en un cine en mucho tiempo. No dudo que el chaval pueda ser un buen actor; posiblemente, la principal indicación que le dieron fue algo del estilo de «sé insoportable», y cumple con la directriz a la perfección: a los 30 segundos de aparecer en pantalla lo odias con todas tus fuerzas, y a la media hora de película te preguntas por qué el resto de protagonistas no lo han masacrado ya con espadas, ballestas y todo lo que tienen a mano. La segunda mitad de la película, en la que el personaje sufre un cambio, digamos, radical, gana enteros sólo por el hecho de no tener que aguantar a tan horrendo mocoso.

Pero es el mal menor de una película que, para qué negarlo, hace salir al niño que todos llevamos dentro. Con sus pequeños fallos aquí y allá (en algunos momentos le hace falta algo más de continuidad), sigue siendo lo que debe ser: una magnífica cinta de entretenimiento, capaz de gustar tanto a los que son niños como a los que nos gustaría seguir siéndolo, y que, al terminar, deja con el regusto agridulce de haber pasado un rato estupendo con una gran aventura, y a la vez de saber que, como a los hermanos Pevensie, las puertas de Narnia se nos han cerrado por el inexorable paso del tiempo.

comentarios
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