Archivos para enero 25, 2012

T.Original/Año: «The Artist» (2011)
Dir.: Michel Hazanavicius
Int.: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, John Goodman, James Cromwell, Penelope Ann Miller, Missi Pyle, Beth Grant, Malcolm McDowell, Bitsie Tulloch

Aunque hoy día hay mucha gente que parece no recordarlo, hubo un tiempo en el que las películas no tenían más diálogos que unos pocos carteles cada cierto tiempo, la música sonaba en directo, ya fuera con una gran orquesta o una simple pianola, y, por supuesto, las imágenes eran en blanco y negro. Fueron los primeros pasos de una nueva forma de entretenimiento, el cine, que, en unos pocos años, había pasado de simple curiosidad científica a ocupar por derecho propio un lugar en el panteón de las artes. Un arte que cambió para siempre en 1927, cuando un actor y cantante llamado Al Jolson dejó estupefactos a quienes pudieron oír su voz en las proyecciones de «El cantor de jazz». Habían nacido las películas sonoras, o talkies, un advenimiento que fulminó las carreras de aquellos actores y actrices que no supieron, o no pudieron, adaptarse al nuevo formato.

Es precisamente ese momento, que ya retrataron directores del calibre de Billy Wilder («El crepúsculo de los dioses») o Stanley Donen («Cantando bajo la lluvia»), el que retrata «The Artist», mostrándonos las dos caras de la moneda: la de la estrella en declive, personificada en George Valentin (extraordinario Jean Dujardin, quién lo iba a decir después de la patochada de «OSS 117»), un actor de películas mudas cuya carrera se va al garete por no querer aceptar el cambio de aires; y la de la estrella emergente, Peppy Miller (la no menos brillante Bérénice Bejo), una joven promesa del cine sonoro cuyo meteórico ascenso va paralelo al descenso a los infiernos de Valentin, de cuya mano había debutado y a quien profesa una sincera admiración y un devoto amor.

Para ello, el director Michel Hazanavicius ha hecho suyas las técnicas y los formatos propios del cine de los años ’20, desde la gesticulación exagerada de los actores (aunque no tanto como en las auténticas películas de la época), al uso del plano detalle para enfatizar un elemento concreto del entorno, por no hablar de la inclusión en el encuadre de objetos (sobre todo revistas, posters y títulos de películas) que hacen referencia a lo que está sucediendo en la trama, o de la fabulosa utilización de luces y sombras como complemento a los estados anímicos de los personajes. Un estilo, en definitiva, que hace mucho tiempo que Hollywood dejó atrás. (más…)